En el libro "Cartas desde el desierto" de Guillermo Pareja Herrera, encontré esta historia.
Hubo dos amigos que vivieron en el desierto. Un día, iban caminando, y, en medio de la charla, surgió una discusión que terminó en golpes. El amigo que quedó ofendido y lastimado tomó una cañita y escribió en la arena: “Hoy, mi amigo me ha ofendido y golpeado”. Siguieron su camino. Cuando el sol se hallaba en el mediodía, encontraron una reserva de agua y se dieron un baño, pero, de pronto, el amigo ofendido comenzó a ahogarse. El amigo que lo había golpeado vino en su auxilio y lo salvó de morir. Pasado el susto, el amigo ofendido tomó una punta metálica y grabó en una piedra estas palabras: “Hoy, mi amigo me ha salvado la vida”. Sorprendido, el amigo ofensor preguntó: - ¿A qué se debe que hayas escrito esas palabras? Su amigo le respondió: - Las ofensas las escribo en la arena para que el viento las borre y se las lleve. Las bondades y los favores los grabo en piedra para nunca olvidarme de que los he recibido.
Somos afortunados amigos. Los vientos del desierto son nuestros aliados. Todo lo que nos duela, todo lo que nos ofenda o lastime escribámoslo en la arena. Tengamos una piedra en nuestro jardín para escribir, en ella, las muchas bondades que la vida nos concede, si nos detenemos y sabemos ver...
Hoy comentamos con un grupo de 4º año sobre lo difícil que es olvidar las ofensas y, también, sobre lo duro que es vivir con rencor.
Pensábamos que tantas veces escribimos en sobre piedra aquello que debemos olvidar y sobre la arena lo que deberíamos recordar. Así somos, duros y limitados... Pero la confianza en el testimonio y la palabra de Jesús nos puede ayudar a salir de la cerrazón.
Al que se le perdona mucho demuestra mucho amor. Sólo es posible perdonar cuando se tiene experiencia de perdón. Sólo es posible experimentar la reconciliación cuando descubrimos que el amor supera cualquier ofensa.
Si tenés ganas, canta esta canción...
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