Tiberíades es un lugar relevante en la vida de Jesús y sus discípulos, es un lugar de encuentro...

En este blog encontrarás textos, imágenes, presentaciones, encuentros y otros aportes para la catequesis, para que sigamos haciendo de nuestra tarea un encuentro vivo con Jesús.

miércoles, 30 de abril de 2014

Creer, ¿para qué?

Dos textos de José Antonio Pagola que nos ayudarán a pensar nuestra fe y madurarla como opción. 

Creer, ¿para qué? 


A veces, cuando hablo de Dios con algunas personas que han abandonado toda práctica religiosa, me doy cuenta de que seguramente nunca han tenido la experiencia de encontrarse con él. Me hablan del aburrimiento de las misas, del miedo al infierno, de los pecados contra el sexto mandamiento, de sus confesiones «sacrílegas», de la semana santa... Apenas recuerdan hoy alguna experiencia positiva. 

No es fácil saber en cada caso por qué ha quedado en su interior un recuerdo tan negativo. Si a ti te sucede algo de esto, es normal que la fe no te resulte atractiva: ¿qué te puede aportar?, ¿qué puedes salir ganando con preocuparte de estas cosas?, ¿para qué sirve creer? Hoy quiero hablar contigo de esto. 

Tú sabes muy bien que los creyentes tenemos los mismos problemas y sufrimientos que todo el mundo. La fe no le dispensa a nadie de las preocupaciones y dificultades de cada día. Pero si un creyente cuida en el fondo de su corazón la confianza en Dios, descubre una luz, un estímulo y un horizonte nuevo para vivir. 

En primer lugar, el creyente puede acoger la vida cada mañana como un regalo de Dios. La vida no es una casualidad; tampoco es una lucha solitaria frente a las adversidades. Dios me regala un nuevo día. No estoy solo en la vida. Alguien cuida de mí. Viviré este día confiando en él. 

El creyente puede conocer también la alegría de saberse perdonado. En medio de sus errores y mediocridad puede experimentar la inmensa comprensión de Dios. Yo no soy mejor que los demás. Conozco mi pecado y mi fragilidad. Mi suerte es poder sentirme perdonado y renovado interiormente para comenzar siempre de nuevo una vida más humana. 

El creyente cuenta también con una luz nueva frente al mal. La fe no es una droga ni un tranquilizante frente a las desgracias. Yo no me veo liberado del sufrimiento, pero le puedo dar un sentido nuevo y diferente. Dios quiere verme feliz. Puedo vivir sin autodestruirme ni caer en la desesperación. 

¿Para qué creer? Para sentirme acogido por Dios cuando me veo solo e incomprendido; para sentirme consolado en el momento del dolor y la depresión; para verme fortalecido en mi impotencia y pequeñez; para sentirme invitado a vivir, a amar, a crear vida a pesar de mi fragilidad. 

¿Para qué creer? Para situar las cosas en su verdadera perspectiva y dimensión; para vivir incluso los acontecimientos que parecen pequeños e insignificantes con más hondura; para tener más fuerza para amar a las personas. 

¿Para qué creer? Para no ahogar en mí el deseo de vida hasta el infinito; para defender mi libertad y no terminar esclavo de cualquier ídolo; para vivir abierto a la verdad última de la vida; para no perder la esperanza en el ser humano. 

¿Para qué creer? Para no vivir a medias; para no contentarme con «ir tirando»; para no ser un «vividor»; para vivir de una manera digna y gratificante; para no estancarme en la vida; para ir aprendiendo desde el evangelio maneras nuevas y más humanas de trabajar y disfrutar, de sufrir y de vivir. 

Siempre me ha conmovido esa postura noble del gran científico ateo Jean Rostand. Cuentan que le gustaba repetir a sus amigos cristianos: «Vosotros tenéis la suerte de creer». Y, cuando planteaba la cuestión de la fe, solía afirmar: «De lo que yo estoy seguro es de que me gustaría que Dios existiera». Son palabras que hacen pensar. 

Son bastantes las personas que poco a poco han arrinconado a Dios en su vida. Ya no cuentan con él a la hora de orientar y dar sentido a su vivir diario. No les preocupa que Dios exista o deje de existir. Piensan que tener fe es creer una serie de cosas extrañas que nada tienen que ver con la vida. Si quieres reavivar tu fe tienes que abrirte a un Dios vivo, que te quiere ver lleno de vida. Un Dios que puede ser para ti el mejor estímulo y la mejor ayuda para vivir. 

Hoy se habla mucho de aquellos que se alejan de la fe, pero no se dice que hay personas que no solo no abandonan su fe, sino que se preocupan más que nunca de cuidarla y purificarla, porque sienten que Dios les ayuda a enfrentarse a la vida de una manera más humana. 

Tú estas cerca, 
estás cerca siempre, 
seamos conscientes o no, 
te aceptemos o te rechacemos, 
te lo digamos o no. 
Tú estás cerca. 

Patxi Loidi, sacerdote y poeta 


José Antonio Pagola. 
Creer, ¿para qué? Conversaciones con alejados. 
PPC.- págs. 21-23.- 




Creer desde la duda 

Probablemente, más de una vez surgen dudas dentro de ti. Bastantes personas hablan hoy de sus «dudas de fe»: ¿habrá infierno?, ¿cómo puede estar Cristo en la eucaristía?, ¿quién puede saber si Jesús ha resucitado? Por lo general, este tipo de dudas son, en realidad, «dificultades» que sientes para «entender» de manera razonable ciertos aspectos de la fe cristiana. Estas dudas no suelen tener, de ordinario, mucha repercusión en los creyentes. Como decía el cardenal H. Newman, «diez dificultades no hacen una duda». 

Pero tú puedes estar sintiendo en estos momentos una duda más profunda y global. No te preocupan las dudas sobre un punto u otro. Lo que tú experimentas es una duda más radical; «Por qué tengo que creer?», «por qué tengo que orientar mi vida siguiendo a alguien que vivió hace dos mil años?», «por qué tengo que aceptar lo que pone en los evangelios?», «,por qué mis ganas de vivir a gusto las tengo que ajustar a una moral que me parece desfasada?». 

No lo dices a nadie, pero experimentas dentro de ti una especie de división: «No puedo ni debo abandonar mi religión. No actuaría bien. Pero, si he de decir la verdad, cada vez me encuentro más lejano y extraño a todo eso». 

Entonces es fácil sentirte culpable de algo, aunque no sepas exactamente de qué: «¿Qué me ha pasado?, ¿qué he hecho yo para llegar a esta situación?». No es el momento de culpabilizarte. Estos años han pasado muchas cosas de las que tú no eres responsable. Ahora lo que tienes que hacer es vivir de manera positiva esas dudas que llevas dentro. 

Esta puede ser una buena ocasión para reaccionar. Ahora puedes empezar a liberarte de una religión excesivamente infantil que se te ha quedado pequeña. Es el momento de ponerte sinceramente ante Dios. El te comprende. Tienes que rezar, buscar, conocer mejor a Jesús. Es posible que por primera vez te des cuenta de que eres libre para creer o para dejarlo todo. Seguramente es más cómodo no plantearte nunca estas cosas y vivir tranquilo, como hacen casi todos. Pero es más digno enfrentarte a ti mismo y decidir qué quieres hacer con tu vida. 

Tarde o temprano te tendrás que aclarar. O bien pones a Jesús en el nivel de otros personajes de la historia, te olvidas de él y te organizas a tu aire, o te decides a conocerlo mejor y a experimentar personalmente qué luz y qué fuerza puedes encontrar en él para vivir de manera digna, responsable y esperanzada. 

Lo importante es la sinceridad de tu corazón. Probablemente no tenías más fe hace unos años solo porque vivías tranquilo y sin hacerte preguntas, ni tienes ahora menos fe porque estás lleno de dudas. La verdadera fe no está ni en la seguridad ni en los cuestionamientos, sino en la sinceridad con que confíes y busques a Dios. 

Te voy a decir algo que a veces se olvida, pero que es importante. Para creer no tienes que esperar a resolver todas tus dudas y responder a todas tus preguntas. Si te esfuerzas por actuar de manera honesta con Dios, no estás lejos de él. Mira, la calidad de tu fe no depende de la claridad de ideas que tengas en tu cabeza, sino de la sinceridad con que vivas tu relación con Dios. 

Blas Pascal fue un gran pensador francés del siglo XVII que analizó como pocos el proceso de la fe. Sabía mucho de dudas e incertidumbres. Decía que en todo esto de la fe lo importante es que el individuo permanezca abierto a Dios: «Esto le hará sencillo y le llevará a Dios». Piénsalo un poco. 

¿No oíste sus pasos silenciosos? 
Él viene, viene, viene siempre, 
en cada instante y en cada edad, 
todos los días y todas las noches. 
Él viene, viene, viene siempre, 
en los días fragantes del soleado abril, 
en la oscura angustia lluviosa de las noches de julio. 
El viene, viene, viene siempre.

Rabindranat Tagore, escritor indio (1861-1941) 

José Antonio Pagola. 
Creer, ¿para qué? Conversaciones con alejados. 
PPC.- págs. 79-81.-

miércoles, 16 de abril de 2014

La Vida de Pi

La Vida de Pi

Se trata de una historia que nos permite situarnos frente a la búsqueda de Dios. ¿Por qué el hombre, en todo tiempo y lugar, sale en busca de Dios? ¿Qué busca en Dios el hombre? ¿Es el hombre el que toma la iniciativa o Dios sale a su encuentro?

En el trabajo catequístico puedan abordarse los siguientes temas: la fe como búsqueda, el sentido de la vida, el diálogo fe-razón, el sentido del sufrimiento, entre otros.


Síntesis: Pi (Piscine Molitor Patel) es un joven indio con una fuerte inclinación a la vida de fe. Desde pequeño, manifiesta interés por la religiosidad de su pueblo (hinduismo) y, luego, por la fe cristiana y el islam. En viaje con su familia, experimentará una honda situación límite que pondrá a prueba su valor y su confianza en Dios. La vida de Pi es una suerte de parábola que invita a descubrir una realidad más profunda e intensa: lo que se oculta detrás de los acontecimientos en una relectura de fe de la propia existencia.


Algunas escenas de la película para el trabajo catequístico

La familia frente a la fe

El padre de Pi y Ravi, dice a sus hijos:

- No dejen que las historias y mentiras bonitas los engañen, chicos. Religión es oscuridad.

Mi querido Apa se consideraba parte de la nueva India. Cuando era niño tuvo poliomielitis. Solía estar en la cama, retorcido de dolor, preguntándose dónde estaba Dios. Al final, Dios no lo salvó, la medicina occidental lo hizo.

Mi Ama fue a la universidad y pensé que nuestra familia era parte de la nueva India también. Pero luego sus padres la desheredaron, porque pensaron que se iba a casar con Benito. Nuestra religión era el único vínculo que tenía con su pasado.

La búsqueda de Pi

Yo conocí a Cristo a la edad de 12 años...

En diálogo con un sacerdote, pregunta:

- ¿Por qué hará esto un Dios? ¿Por qué enviará a su único hijo a sufrir por los pecados de gente ordinaria?
- Por que nos ama. Dios se hizo a sí mismo como nosotros, humano, para que podamos entenderlo. No podemos entender a Dios ni tampoco su perfección. Pero podemos entender al Hijo de Dios y su sufrimiento, como el de nuestros hermanos.

Eso no tiene sentido. ¿Sacrificando al inocente, para perdonar los pecados del culpable? ¿Qué clase de amor es ese? Pero este Hijo, no podía sacarlo de mi mente.

- Si Dios es tan perfecto y nosotros, no. ¿Por qué habría de crear todo esto? ¿Por qué nos necesita? –pregunta Pi.
- Todo lo que debes saber es que él nos ama. De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su único Hijo.

Mientras más escuchaba al sacerdote, más me gustaba el Hijo de Dios.
- Gracias Visnú, por presentarme a Cristo.

Vine a la fe a través del hinduismo, y encontré el amor de Dios a través de Cristo. Pero Dios no había terminado conmigo. Dios trabaja de manera misteriosa. Y entonces se presentó a mí otra vez. En esta ocasión con el nombre de Alá.

La fe y la razón

- Solamente tienes que convertirte a tres religiones más, Piscine, y pasarás tu vida de vacaciones – dice su padre.
- ¿Irás a la Meca, este año, Swami Jesús? ¿O a Roma, para tu coronación como Papa? – comenta su hermano.
- No seas tonto. Así como a vos te gusta el cricket, a Pi le interesan otras cosas – afirma su madre.
- No, Gita. Ravi tiene razón ¿sabes? No puedes profesar tres religiones diferentes al mismo tiempo, Piscine.
- ¿Por qué no? – pregunta Pi.
- Porque... creer en todo al mismo tiempo es lo mismo que no creer en nada – contesta su padre.
- Es joven, Santosh. Todavía está buscando el camino – dice su madre.
- Y, ¿cómo va a encontrar su camino, si no elige uno? Escucha, en lugar de saltar de una religión a la siguiente, por qué no comenzar con la lógica. En unos pocos cientos de años, la ciencia nos ha hecho entender el universo, mucho más que la religión ha podido en miles de años.
- Es cierto. Tu padre tiene razón. La ciencia puede enseñarnos más sobre que hay allá afuera. Pero no lo que hay aquí adentro.
- Sí. Algunos comen carne, otros vegetales. Yo no espero que todos estemos de acuerdo en todo, pero prefiero que te hagan creer en algo con lo que no estoy de acuerdo, en vez de aceptar todo ciegamente. Y eso se empieza pensando racionalmente. ¿Entiendes?
- Quiero ser bautizado – afirma Pi.

Pi adulto, en diálogo con el escritor

- La fe es una casa con muchas habitaciones.
- ¿Sin una para la duda?
- Oh!, muchas. En cada piso. La duda es útil. Mantiene viva la fe. Después de todo, no puedes conocer la fuerza de tu fe hasta que no ha sido probada.

Diálogo final

“Estaba solo en ese bote, a la deriva en el océano Pacífico y sobreviví...”.

- Después de eso, no tenían más preguntas. No parecía que a los investigadores les habría gustado esa historia (la segunda). Me agradecieron, me desearon bienestar y se fueron.
- Entonces la historia es... Tanto la cebra como el marinero... quebraron sus piernas. Y la hiena mató a la cebra y a la orangután. Así que la hiena es el cocinero, el marinero es la cebra, tu madre es la orangután y tu eres el tigre.
- ¿Puedo preguntarte algo?
- Claro.
- Te conté dos historias sobre lo que pasó en el océano. Ninguna explica que causó que el barco se hundiera. Y nadie puede probar cuál historia es verdadera y cuál no lo es. En ambas historias, el barco se hunde, mi familia muere y yo sufro.
- Cierto.
- Entonces, ¿qué historia prefieres?
- La que tiene al tigre. Esa es la mejor historia.
- Gracias. Y así es con Dios.


Preguntas para el diálogo

1.       ¿Cuál es la búsqueda de Pi? ¿Qué lo predispone a lo religioso?
2.       ¿Qué le impresiona de la fe cristiana? ¿Qué encuentra en ella?
3.       Frente a su fe, ¿cuál es el planteo de su padre?
4.       ¿Qué opina su madre? Y vos, ¿cuál es tu opinión?
5.       ¿Cuál es su posición frente a la duda?
6.       El diálogo final es muy profundo, ¿qué diferencia plantea Pi entre un relato y el otro? ¿Qué piensas? ¿Cuál es tu valoración?


Pensamientos para preparar el aporte del catequista

Pi manifiesta interés por el universo de la fe, sabe que en ella encontrará respuestas a sus preguntas más profundas. Su actitud de búsqueda y adhesión llaman la atención. Aprovecha los relatos que le acercan sus mayores y se ubica en una actitud de reflexiva: no acepta todo sin más. Tiene interrogantes y planteos para hacer.

¿De qué maneras Dios se presenta en la vida de las personas? La carta a los Hebreos afirma que: “Después de haber hablado antiguamente a nuestros padres por medio de los Profetas, en muchas ocasiones y de diversas maneras, ahora, en este tiempo final, Dios nos habló por medio de su Hijo” (Heb 1, 1-2). Los caminos de Dios son misteriosos, se acerca al hombre por diferentes vías: “El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va” (Jn 3, 8).

A Pi, la novedad del cristianismo, se le revela con una fuerza inusitada. Su pregunta, acerca de la presencia del Hijo de Dios en la tierra, está movilizada por el testimonio de amor del Padre por la humanidad: ¿por qué entregar al Hijo por amor al culpable? En la fe cristiana, Pi reconoce el amor de Dios: “Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna” (Jn 3, 16).

El padre le propone elegir para iniciar su camino; Pi está en tiempo de búsqueda. ¿Se puede creer en todo al mismo tiempo? Es claro que no. En algún lugar se dará cabida a la contradicción. Pero la búsqueda es positiva, la sed de Dios puede más. Luego podrá elegir.

El padre no es creyente, por tal razón le ofrece transitar el camino de la lógica. Aquí la película nos plantea la importancia del diálogo fe/razón. ¿Acaso la razón no acompaña el entendimiento de la fe? ¿Por qué separar una de otra y dejar a la fe como actitud irracional? La fe y la razón están llamadas al diálogo y la cooperación.

Afirma Juan Pablo II en Fides et Ratio: “La fe y la razón (Fides et ratio) son como las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad. Dios ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo” (FR, 1).

Por otra parte, no hay contradicción entre la búsqueda de la ciencia y la fe. Ambas buscan la verdad. Decía Albert Einstein: “El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir”.

La ciencia satisface mi curiosidad, permite desentrañar interrogantes acerca del cómo ocurren las cosas (los fenómenos estudiados objetivamente) pero nada dice a mi corazón cuando este se interroga sobre la felicidad, el amor y el sentido de la existencia. Las grandes preguntas de la humanidad brotan, una y otra vez, buscando una realidad que pueda dar respuesta: “He venido para que tenga vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10, 10). La fe da al hombre motivos para vivir, para seguir luchando, para encontrar el sentido del sufrimiento, para asociarse a la humanidad toda en la búsqueda de la justicia, en el ejercicio de la caridad.

El diálogo final entre Pi y el joven escritor nos recuerda la diferencia entre el lenguaje científico y los lenguajes ligados a la fe: religioso, bíblico y existencial. Al leer la Biblia, es preciso hacerlo teniendo en cuenta que no se trata de un libro de historia ni de ciencia. Es la historia del amor de Dios y su pueblo. Allí descubrimos a Dios que se revela en la historia. No es un tratado de ciencia ni su mensaje comparable al de las teorías científicas. La Biblia no se detiene en cómo sucedieron las cosas, simplemente dice que sucedieron y que Dios es su autor.

Como tantos hombres y mujeres a lo largo de la historia, Pi busca el camino de la felicidad. En su búsqueda se le revela el Hijo de Dios: en él conoce el amor de Dios que experimentará en su fascinante historia; como la de tantos que descubrieron el paso de Dios haciendo en bien en sus vidas.


“El hizo salir de un solo principio a todo el género humano para que habite sobre toda la tierra, y señaló de antemano a cada pueblo sus épocas y sus fronteras, para que ellos busquen a Dios, aunque sea a tientas, y puedan encontrarlo. Porque en realidad, él no está lejos de cada uno de nosotros. En efecto, en él vivimos, nos movemos y existimos”. Hch 17, 26-27

martes, 1 de abril de 2014

Maranatha - Aportes para una catequesis del Espíritu Santo

Maranatha – Catequesis sobre el Espíritu Santo

Compartimos algunas reflexiones para acompañar la catequesis de iniciación en lo referente a la acción de Espíritu Santo y la Confirmación de niños.

¿Se puede comprender al Espíritu Santo? ¿Se lo puede abordar intelectualmente? Al Espíritu se lo recibe, se le cree, se lo experimenta... en la oración, en el testimonio cristiano, en la gracia que se derrama y alienta la marcha de todo cristiano.

En la catequesis de niños convendrá, más que dar una explicación sobre quién es el Espíritu Santo, buscar experimentarlo a partir de lo que el mismo Espíritu inspira en nosotros.



Si escuchamos con atención esta canción de Luis Enrique Ascoy, veremos cómo actúa el Espíritu en los bautizados.


Sigue aquí (Ascoy)

¿Quién va junto a los pobres en su travesía?, dímelo.
¿Quién los hace juntarse y defender la vida?, dímelo.
Tanta gente buena vence a la miseria sin caer en la violencia:
eso me recuerda a los Hechos 2, 42.

¿Quién inspiró a Romero aquellas homilías?, dímelo.
¿Y a la Madre Teresa dime quién la anima?, dímelo.
Tanta gente buena haciendo cosas bellas, no, eso no es coincidencia;
eso más bien prueba que el Espíritu de Dios sigue aquí.

Aleluya, aleluya, aleluya
el Espíritu de Dios sigue aquí (2 x)
Aleluya, aleluya, que se entere el mundo
que el Espíritu de Dios sigue aquí.

¿Quién les da a nuestros chicos tantas energías?, dímelo.
¿De dónde sale tanto loco catequista?, dímelo.
Tanta gente buena dando tiempo extra sin que pidan recompensa:
eso se asemeja a los Hechos 4, 32.

¿Quién puso igual mensaje a tantas melodías?, dímelo;
si incluso los autores ni se conocían, dímelo.
Tanta gente buena afina notas bellas animando en nuestra Iglesia;
pa' que Arjona sepa el Espíritu de Dios sigue aquí.

Aleluya, aleluya...

A pesar de las pugnas, de los signos de contradicción,
de los muchos errores, por los que hemos pedido perdón,
no me quedan más dudas, tú sigues con nosotros Señor,
porque sólo así se explica tanta gente linda,
tanta lucha, tanto amor.

¿Quién envía a Juan Pablo II a todas sus visitas?, dímelo.
¿Quién está hablando hoy a través de María?, dímelo.
Tanta gente buena haciendo cosas bellas, no, eso no es coincidencia;
eso más bien prueba que el Espíritu de Dios sigue aquí.

Aleluya, aleluya...

Podemos enumerar las acciones en las que descubrimos al Espíritu de Dios.

¿Qué hace en nosotros?
¿Cómo obra?
¿Hacia dónde nos conduce?

Jesucristo mismo habla de él como ayuda, consolador, maestro y espíritu de la verdad (YOUCAT, 115).


El Espíritu Santo en la obra de Jesús

De la misma manera que obra en nosotros, acompañó a Jesús en su caminar en la tierra y, después de su resurrección, anima el caminar de la Iglesia hasta nuestro días.


 Mt 3, 13-17 – El Espíritu Santo presente en el Bautismo de Jesús.
 Mt 28, 16-20 – En la misión universal de los apóstoles.
 Lc 1, 26-38 – En la concepción de Jesús.
 Lc 4, 16-20 – Confiere a Jesús su misión.
 Lc 10, 21-24 – Conduce e inspira a Jesús.
 Jn 14, 15-18 – Junto a nosotros.
 Jn 14, 26 – Nos recuerda lo que nos enseñó Jesús.
 Jn 20, 19-23 – Los apóstoles reciben el Espíritu Santo.
 Hech 1, 1-8 – La promesa del Espíritu Santo.
 Hech 2, 1-11 – La venida del Espíritu.
 Hech 8, 14-17 – Los apóstoles comunican el Espíritu mediante la imposición de las manos.
 Is 11, 1-2 – Los dones del Espíritu.
 Gál 5, 21-22 – Los frutos del Espíritu.
1Cor 12, 4-11 – Distribuye sus dones y carismas en la comunidad.


El Espíritu Santo nos colma con sus dones

“Ciertamente, hay diversidad de dones, pero todos proceden del mismo Espíritu” (1Cor 12, 4)

Reparte sus dones... esto es, anima y fortalece a cada cristiano para vivir la vida cristiana y su vocación específica.

El Espíritu Santo suscita carismas al servicio de la comunidad, es decir, distintas formas de servicio en el Pueblo de Dios. Los niños podrán distinguir las diversas formas de servicio dentro de la comunidad: quienes se dedican a la misión, a la visita a los enfermos, los que sirven en el ámbito de la liturgia (guías, cantores, sacristanes), los ministros de la comunión y, por supuesto, los catequistas. El encuentro entre los miembros de la comunidad (agentes de pastoral) y los niños, podrá ser una buena oportunidad de acercarse a la acción del Espíritu.

El Espíritu Santo construye la Iglesia y la impulsa. Le recuerda su Misión. Llama a hombres a su servicio y les concede las gracias necesarias. (YOUCAT, 119)

Envíanos, Padre

Envíanos Padre tu Espíritu Santo,
que nos prometiera tu  Hijo, el Señor.

Que venga a tu Iglesia, con sus siete dones
y nos de el coraje  de vivir tu amor.

Que nos de su Ciencia, su Sabiduría,
el Entendimiento y el don de Oración.

Nos traiga el Consejo, la Piedad de hijos,
nos de Fortaleza y el Temor de Dios.

Sus lenguas de fuego, repártelas, Padre,
y danos a todos la paz y el amor.

Tu Espíritu Santo nos llene de gozo
y sea en nosotros Palabra de Dios.

El Espíritu Santo y la Confirmación

En el Sacramento de la Confirmación, el Espíritu derrama sus dones para hacernos testigos del amor de Dios.

En el Bautismo, ya se ha recibido el Espíritu, que nos hace Hijos del mismo Padre. En la Confirmación, lo recibimos de un modo nuevo: nos impulsa a asumir un compromiso mayor con Dios y la Iglesia.

La Confirmación no es una ratificación del Bautismo. Es un paso más en la Iniciación Cristiana en donde Dios nos regala, de un modo más pleno, el don del Espíritu Santo. La palabra Confirmación viene del latín confirmatio y significa fortalecimiento, consolidación.



“Cuando un entrenador manda salir al campo a un futbolista, le pone la mano en el hombro y le da sus últimas instrucciones. Así se puede entender también la Confirmación. Entramos en el campo de la vida. Se nos imponen las manos. Por el Espíritu Santo sabemos lo que debemos hacer. Nos ha motivado profundamente. Su envío resuena en nuestros oídos. Sentimos su ayuda. No queremos decepcionar la confianza que ha puesto en nosotros y vamos a ganar el partido para él. Sólo tenemos que querer y escucharle” (YOUCAT 203).

Los dones del espíritu from Pablo_Garegnani


El Espíritu Santo nos enseña a rezar

“Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables”. Rom 8, 26

Hemos compartido algunas puertas de acceso al Espíritu Santo: en la vida de Jesús, observando lo que realiza en la Iglesia, en la distribución de sus dones... Pero hay una puerta privilegiada: en la contemplación y, de allí, en la oración. Esto es: más que acercarnos comprensivamente al Espíritu Santo, dejarnos visitar por Él, como presencia amorosa y vivificante.

¿Cómo lograr esto en la catequesis? Buscando generar actividades donde se de lugar a la contemplación, reflexionando sobre los signos del Espíritu que menciona la Escritura.

Los símbolos del espíritu santo from Pablo_Garegnani

Finalmente, hacer de la contemplación una oración.


Maranatha

Ven, Espíritu de Dios
inúndame de amor,
ayúdame a seguir.
Ven y dame tu calor,
quema mi corazón,
enséñame a servir.

Ven Espíritu de Dios,
ven a mi ser, ven a mi vida,
ven Espíritu de Amor,
ven a morar, Maranatha.

Hoy la vida que me das
te evoca en mi dolor
y clama a Ti, Señor.
Ven y cambia mi existir
transforma mi penar,
en glorias hacia ti.

El Espíritu Santo me abre a Dios; me enseña a orar y me ayuda a estar disponible para los demás (YOUCAT, 120).


“Por Cristo, al Padre en el Espíritu” Ef 2, 18.