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jueves, 13 de diciembre de 2012

Celebración "La fe se fortalece creyendo"



Esta celebración está pensada para introducir a pequeñas comunidades en la celebración del Año de la Fe.

Los elementos necesarios son: mesa, tapete, el libro de la Palabra, un cirio, imágenes, fotocopias con las canciones, semillas, tarjetas para escribir oraciones y compromisos.

Introducción

Comenzamos cantando...

Guía: El Papa Benedicto XVI nos ha convocado a celebrar, junto a toda la Iglesia, el Año de la Fe.

Guía: El Año de la Fe es una hermosa oportunidad de renovar, reafirmar y compartir ese don maravilloso recibido el día de nuestro Bautismo.

Celebrante/Catequista: Al ser bautizados, se abrió para nosotros la Puerta de la Fe. Así, ingresamos en la vida del Pueblo de Dios, iniciando un camino que tiene por destino el Cielo, la morada definitiva de todo hombre.

Guía: Antiguamente, el bautismo se hacía por inmersión. El candidato se presentaba a la Iglesia para ser aceptado como miembro. Después de un tiempo en el que se formaba y daba muestras cabales de interés por ser cristiano, el candidato era bautizado en la Noche de Pascua. Allí, se ubicaba frente a una pileta, poco a poco iba sumergiéndose en ella para luego emerger en la “otra orilla” donde era recibido por los miembros de la comunidad.

(Si el animador lo cree oportuno, este guión puede representarse).

Guía: El signo realizado es sumamente profundo: significa morir con Cristo para resucitar con Él, esto es, sumergirse en el sepulcro y resucitar victorioso a la nueva vida de los Hijos de Dios.

Celebrante/Catequista: Esto ha sucedido con cada uno de nosotros. Por eso, el don de la Fe es un hermoso regalo que debemos cuidar y hacer prosperar.

Por eso, al comenzar esta celebración, vamos a pedir perdón por nuestras faltas, especialmente aquellas que han debilitado nuestra fe.

Por no ser concientes del don recibido y de nuestra responsabilidad de hacerlo crecer. Señor, ten piedad...

Por dejar entibiar nuestra fe y no alimentarla con el Pan de la Palabra y la Eucaristía. Cristo, ten piedad...

Por no mostrar con nuestras vidas la fe que profesamos. Señor, ten piedad...

Que Dios, nuestro Padre, que es rico en misericordia, tenga piedad de nosotros, perdone nuestras faltas y nos lleve a la vida eterna. Amén.

Proclamación de la Palabra

Guía: Vamos a escuchar las palabras de Jesús: leemos la Parábola de los Talentos (Mt 25, 14-30).

Aporte del Celebrante/Catequista

“La fe sólo crece y se fortalece creyendo; no hay otra posibilidad para poseer la certeza sobre la propia vida que abandonarse, en un in crescendo continuo, en las manos de un amor que se experimenta siempre como más grande porque tiene su origen en Dios” (Porta Fidei, 7).

Como don recibido el día de nuestro bautismo, la fe exige maduración. Así como los talentos no deben perder valor, por el contrario, han de multiplicarse, la fe ha de crecer en la conciencia misma de aquello que se profesa.

El dueño del campo es exigente, nos recuerda que los dones (talentos) recibidos son para el bien de la comunidad y de uno mismo. Así, el don (regalo) comporta una responsabilidad para el que lo ha recibido. Así lo entienden los dos primeros servidores: inmediatamente van a negociar sus talentos. Esta acción puede compararse con las multitud de bautizados que, desde los inicios mismos de la Iglesia reconocieron la importancia del testimonio, la entrega, el servicio para que la Palabra de Cristo sea conocida y aceptada por todos.

Respecto del trabajador que recibe un talento, el miedo por perder lo que tiene lo paraliza. O, tal vez piense que un solo talento basta para vivir... Lo que no pensó es que el talento puede perder valor. Haciendo la respectiva analogía, la fe recibida en el bautismo es importante, pero hacerla crecer es el desafío que se presenta al creyente. La fe exige maduración, crecimiento. De lo contrario, empequeñece hasta perderse.

“Ven a participar del gozo de tu Señor”. Las palabras del dueño del campo a los servidores fieles es la promesa que Dios nos hace. Aquel día, el de nuestro bautismo, recibimos una llamada que nos recuerda que de Dios hemos surgido y a Él hemos de volver. En el medio, la vida se presenta como oportunidad para que este tránsito esté caracterizado por un amor que se entrega, desde la fe, en el servicio a los demás.

Homenaje y gesto

Guía: A lo largo de la historia, muchas personas hicieron crecer su fe y se comprometieron a fondo con ella.

(Mientras se leen las siguientes oraciones, se pueden colocar junto a la mesa con el libro de la Palabra, las imágenes de los testigos de la fe mencionados).

Celebrante/Catequista

*      Por la Fe, Francisco de Asís dejó todo y se dedicó a honrar a Dios desde una vida sencilla pero sumamente profunda. Así, el Pobre de Asís se hermanó con toda la Creación pues supo encontrar en cada ser la presencia de Dios.

*      Por la Fe, monseñor Van Thuan fue encarcelado en un campo de concentración, y allí, prisionero, no dejó de anunciar el Evangelio (incluso a sus verdugos), celebrar a escondidas la Eucaristía y animar la vida de los compañeros de cárcel.

*      Por la Fe, monseñor Romero denunció la opresión de la dictadura militar de El Salvador y se comprometió valientemente, hasta aceptar la muerte, en la búsqueda de la paz y el respeto a los derechos humanos en su pueblo.

*      Por la Fe, Teresa de Calcuta optó por los más pobres entre los pobres y, decidida a darse sin medida, se entrego por amor a todos ellos.

*      Por la Fe, hombres y mujeres, cada día desde sus propios lugares construyen el Reino de Dios y lo hacen impulsados por este don maravilloso que los lleva a compartir, animar, denunciar, fortalecer... Por la Fe, hombres y mujeres, cada día dan testimonio de su ser cristiano... ¿Qué haremos nosotros para dar un sólido testimonio de nuestra fe?


Opción 1: “Vayan y anuncien”.

Guía: Como estos testigos que hemos mencionado, vamos a comprometernos con la fe para que de buen fruto y así multiplicar nuestros talentos.

A continuación cantaremos “Vayan y anuncien”. Trataremos de comprender seriamente la letra y encontrar un signo con el que nos identifiquemos. Aquello que sentimos que el Señor nos pide hoy: ser semilla, ola que agite el mar, pastores... Cada uno elegirá el signo con el que se identifique y se lo presentaremos al Señor para que nos ayude a multiplicarlo para otros.

(Si es posible, cada participante escribirá una oración que exprese su compromiso con la fe: “Quiero ser semilla de paz en mi familia”, o bien, “Quiero ser aguijón para denunciar las injusticias en mi barrio”).

Vayan y enseñen

Son la semilla que ha de crecer,
son estrella que ha de brillar.
Son levadura, son grano de sal,
antorcha que debe alumbrar.

Son la mañana que vuelve a nacer,
Son espiga que empieza a granar.
Son aguijón y caricia a la vez,
testigos que voy a enviar.

Vayan todos por el mundo, anunciando el amor,
mensajeros de la vida, de la paz y el perdón.
Sean, amigos, los testigos de mi resurrección.
Van llevando mi presencia; con ustedes estoy.

Son una llama que ha de encender
resplandores de fe y caridad.
Son los pastores que han de guiar
al mundo por sendas de paz.

Son los amigos que quise elegir,
son palabra que intento gritar.
Son reino nuevo que empieza a engendrar
justicia, amor y verdad.

Son fuego y savia que vine a traer,
son la ola que agita la mar.
La levadura pequeña de ayer
fermenta la masa del pan.

Una ciudad no se puede esconder,
ni los montes se han de ocultar,
en vuestras obras que buscan el bien
los hombres al Padre verán.


Opción 2: “Yo creo en Cristo”.

Guía: Como estos testigos que hemos mencionado, vamos a plantar una semilla, vamos a tratar que nuestra fe de fruto, multiplicar nuestros talentos.

Los invitamos a cantar “Yo creo en Cristo”. Vamos a tratar de hacernos del mensaje de la canción y pensar qué compromiso hace surgir en mí. ¿Qué semilla debo plantar en mis ambientes cotidianos? ¿La de la justicia, la de la caridad, la del perdón?

Nos vamos a acercar al altar y depositaremos sobre el semilla que queremos sembrar y nuestro compromiso con la realidad.

(Para este momento, se puede disponer de un recipiente con semillas para que cada participante “siembre” sobre el tapete su compromiso; también pueden repartirse, previamente, tarjetas para escribir esos compromisos y depositarlos en el altar mientras se canta nuevamente la canción.

Yo creo en Cristo

Para que viva Jesucristo entre nosotros
y que rescate al ser humano del dolor
y que su pan no falte nunca y llegue a todos
y deje firmes los cimientos del amor.

Para alejar por siempre el hambre y la mentira
y construir la nueva civilización.
Para vivir en esa paz y esa alegría
que nos da estar en comunión con el buen Dios.

Yo creo en Cristo, con El hacemos la historia hoy.
Y es este encuentro, mi compromiso
con nuestro hermano, con nuestro Dios.

Para sembrar el Evangelio y su semilla
nos de la vida y nos renueve el corazón.
Ser solidarios con quien más nos necesita
y el bien común reemplace así la corrupción.

Y ser libres de aquello que nos esclaviza,
para que nada mate nuestra juventud
y que encontremos el sentido de la vida
el que Jesús desde la cruz nos entregó.

Para que no perdamos nunca la esperanza
y el desaliento no nos quite la ilusión.
Para lograr la dignidad en el trabajo
y un horizonte donde ver salir el sol.

Por todo eso, en Argentina, nuestra tierra
la juventud está de pie para luchar,
para oponerse a la injusticia, a la violencia,
dame la mano que con vos ya somos más.

Para escuchar la canción en la red Goear, haz clic en el reproductor.



Oración final

Guía: Nos dice el Papa en Porta Fidei: “En este año, las comunidades... encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo”.

Celebrante/Catequista: la fe se profesa y se demuestra con los actos. Reafirmemos nuestra fe rezando juntos el Credo. Que esta oración nos impulse a cumplir nuestros compromisos dejando una huella de fe en nuestros ambientes cotidianos.

(Se distribuye entre los participantes, una copia del Credo niceno-constantinopolitano).

Celebrante/Catequista: Te damos gracias, Señor, por el don de la fe. Te pedimos que día a día podamos hacerlo crecer y compartirlo con la Palabra y la Acción. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Para finalizar, cantamos “Alma misionera” o “Mensajeros de la paz”.

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